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Hora de oír una historia: el viaje de ana a través del control de la diabetes desde los años 80 hasta hoy

« WeCare Blog | Noviembre 18, 2021 |
Estilo de vida
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El diagnóstico de diabetes tipo 1 para cualquier niño (o cualquier persona) cambia la vida. A esto hay que añadir el reto de haber sido diagnosticado en los años 80, cuando la "medicina moderna" no estaba ni de lejos en el punto donde se encuentra hoy. Aquí, Ana nos cuenta su historia de vida con diabetes tipo 1, que abarca más de 30 años.

Un cambio a mejor

En agosto de 1984, mi vida cambió para siempre. Algunos dirán que ha cambiado a peor, pero ahora, 34 años después, veo que fue a mejor.

Me diagnosticaron diabetes tipo 1 cuando era una niña sana y activa de 10 años. En los años 80 había poca información y apoyo para personas como yo, y la tecnología para la diabetes no se encontraba ni de lejos donde está hoy. El primer recuerdo que tengo tras el diagnóstico es el de mis padres comprando un analizador de sangre, que era del tamaño de un ladrillo y muy engorroso y lioso de usar. De hecho, ¡había que lavar la sangre de la tira reactiva con una botellita chirriante después de cada uso!

Recuerdo mis primeras Navidades viviendo con diabetes tipo 1, y a mi padre viéndome inyectarme insulina con lágrimas en los ojos. Le dije: "No pasa nada, papá. No me importa hacer esto el día de Navidad". Su respuesta es tal vez la de cualquier padre al ver a su hijo inyectarse medicamentos: "No deberías tener que hacer esto ningún día".

La aventura de la insulina

Empecé con una inyección de insulina al día, que luego aumentó a dos. Después, las cosas se complicaron bastante. Utilizaba insulinas de acción prolongada y rápida mezcladas en la misma jeringa, lo que requería una gran habilidad. Tenías que extraerlas y asegurarte de que no se mezclaran; si te salía una burbuja, tenías que volver a empezar desde el principio. Me sentía como una camarera preparando un cóctel.

Un día mi endocrina decidió que quería probar algo nuevo conmigo: plumas de insulina. En realidad, era una pluma de plata que goteaba mucho, que perdía más insulina de la que inyectaba pero, de alguna manera, sobrevivía. Sin embargo, este "avance" en la tecnología de la diabetes supuso que de un día para otro pasé de inyectarme dos veces al día a cinco veces.

Lo que se me quedó grabado es que, en ese momento, la insulina como tratamiento parecía casi un juego de adivinanzas. La dosis se basaba en una tabla deslizante y no tenía en cuenta el efecto de la actividad física o la ingesta variable de carbohidratos. Se convirtió en un hecho que la práctica del deporte iría seguida inevitablemente de un episodio de hipoglucemia. Me sentía impotente y desarrollé un resentimiento hacia mi diabetes.

Algo tiene que cambiar

Debido a mis frecuentes hipoglucemias, acabé por insensibilizarme. Mientras estaba embarazada de mi hijo, había que llamar a una ambulancia al menos dos o tres veces a la semana debido a hipoglucemias nocturnas.

7 años después, me encontré siendo una madre soltera. Durante este estresante período, me centré por completo en garantizar que mi hijo se sintiera seguro, y dejé de lado el control de mi diabetes. Esto provocó que mi hijo de 7 años tuviera que llamar a la ambulancia 3 o 4 veces a la semana, ya que me había vuelto completamente incapaz de prevenir las hipoglucemias. A esas alturas, prácticamente me había resignado a que una noche me acostaría y por la mañana no me levantaría. Cuando vi el efecto que mi vida con diabetes tipo 1 estaba teniendo en mi hijo, supe que algo tenía que cambiar.

En 2014, después de vivir 30 años con diabetes tipo 1, mi vida cambió para siempre y para mejor:

Empecé con una bomba de insulina. Era de color chocolate y completamente diferente de los aparatos gigantescos que había imaginado en mi mente.

A través de mi afición a los maratones, había conocido a otro atleta que vivía con diabetes tipo 1. Durante una carrera con él, mencionó cómo su bomba de insulina le había permitido estar mucho más sano y menos estresado. Aunque me resistía bastante, ya que creía que llevar una bomba me marcaría públicamente como "diabética", cinco kilómetros después en la pista de atletismo empecé a aceptar la idea.

En un mes, había empezado el tratamiento con mi pequeña bomba de insulina con forma de chocolatina y la mejora fue inmediata. Mi glucemia media bajó de 162,14 mg/dL a 117,1 mg/dL, dormía profundamente y mis seres queridos estaban mucho menos estresados. Poco después, también adopté con entusiasmo la monitorización continua de la glucosa.

Reflexiones finales

Desde que empecé con la bomba, nunca he mirado atrás. Nos ha devuelto la vida a mí y a mi familia. También me motiva a asegurarme de que otras personas que viven con diabetes tipo 1 conozcan esta increíble tecnología y cómo podría beneficiarles, ofreciéndoles resultados que no se conseguían con múltiples inyecciones diarias de insulina. Lo más importante es que la persona que vive con diabetes tipo 1 no es la única que se beneficia: su familia también lo hace.

Este testimonio de una paciente se refiere a la respuesta de un individuo al tratamiento. La explicación es legítima, representativa y está documentada. Los puntos de vista y las opiniones expresadas son los de la paciente o del autor y no representan a Medtronic ni a ningún tercero al que se haga referencia. La respuesta de otras personas al tratamiento podría ser diferente. Habla con el equipo médico que trata tu diabetes para que te informen sobre si el tratamiento es adecuado para ti. La información proporcionada en este blog es un relato individual específico de la experiencia de la escritora en el control de su propia diabetes. Antes de considerar cualquier cambio en el control de tu diabetes, debes hablar con el equipo médico que trata tu diabetes.
*Nota del editor: este artículo se ha adaptado y reproducido de un post publicado en Medtronic Diabetes Australia.